25 feb 2011

EL MILAGRO DEL AMOR

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Por Francisco López Martínez

Recuerdo de un rostro de mujer en una película americana, siendo yo adolescente.
En una ciudad cualquiera, en la fiesta de la noche más importante del carnaval !!ilusiones, esperazas, olvidos!! Vuelan en un mundo diferente, esta noche todo es distinto, y la libertad, estandarte de la felicidad, invade la noche y las el mas.
Esa noche, una mujer joven, en su casa, ante el espejo, ve un rostro nada afortunado, se siente hija de un dios menor, tiene dudas, piensa no salir de casa, la inquieta su fealdad, alguna lágrima de tristeza sin destino se desliza lentamente por su rostro, pero la mujer coge y valiente, decide ponerse la careta que oculta igual belleza que cicatrices del alma y sale al encuentro de la noche y del destino
Disfrazada con elegancia, su hermoso cuerpo se mezcla a personas alegres en busca de lo incontable en el barrio, un baile popular atrae a la gente con la música que ofrece una humilde orquesta, ella, se acerca solo, a oír la música, y es tanta la serena armonía que su cuerpo desprende, que un hombre pide acompañarla en el baile; así empieza lo que ella teme que termine. A un baile sigue otro, a una hora otra, la noche se eternizo, la felicidad ha hecho presa en dos jóvenes que no se conocen, pero un reloj señala la hora fatídica, gentes que no se han visto nunca van a descubrir sus rostros, ella duda y quiere huir, pero a través de la máscara de él, ve unos ojos que ruegan seguir juntos, y a la última campanada, al descubrir sus rostros ve nobleza y asombro en el hombre, baja sus ojos con tristeza, pero él toma su cabeza con la dulzura del amor y ve el rostro más bello que jamás pudo imaginar, se abrazan ilusionados y comienza para ellos la dicha eterna de la juventud.
      Pintan ciego el amor, no es cierto. El amor es el milagro eterno de la vida.

MIS NIET@S Y YO

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Por Antonia Perez Jimenez .

            Era un día de primavera, maravilloso, todo estaba muy verde. Fuimos al campo a una casita que tenemos allí,llamada “ El Campito” que está situada en un lugar privilegiado de la zona porque está muy llano. Vinieron mis hijos y nietos, tengo dos hijos y cada uno tiene un hijo y una hija. Es decir, fuimos la familia casi al completo.
            Entramos en la casa para hacer la comida y los niños que eran cuatro, se fueron a la calle a jugar. Hicieron una tienda de campaña con unos toldos que teníamos de coger las aceitunas, se metieron todos dentro y cuando más tranquilos estábamos escuchamos gritos, salimos corriendo y vimos que a mi nieto Rafael al salir de la tienda de campaña, su primo sin querer le dio en la cabeza con una  machota. Le hizo mucho daño. Que miedo pasamos todos, ¡ madre mía!. Le corría la sangre por toda la cara. Mi hija que tenía el coche allí lo cogió corriendo y lo llevó al pueblo que está a 7 km, al centro de salud donde le pusieron siete puntos. Fue un día muy amargo, el día de campo se fastidió.
            Bueno ahora este nieto ya tiene 21 años, os podéis imaginar todas las anécdotas que me han pasado con este niño. Este es el más pequeño de mis nietos. En la actualidad es marino, está embarcado en El Cano para dar la vuelta al mundo.  Aunque está muy contento, nosotros sus abuelos y los padres estamos preocupados, ya que está muy lejos.
            Ahora os contaré algo de mi nieta la mayor, que  por cierto tiene un nombre muy bonito; Margarita.  Esta niña es un encanto, cariñosa, le gusta mucho hacer trabajos manuales. Cuando era  pequeña lo que mejor recuerdo de ella es que no quería comer, estaba muy delgadita, además padecía de los bronquios. Siempre estaba tomando  medicamentos y de camino al médico. Nosotros sus abuelos, la llevábamos al campo para que le entraran ganas de comer y respirara el aire puro, ni aún así mejoraba.
            Bueno no quiero ser muy pesada, pero a mis cuatro nietos los quiero un montón, a ellos también les gusta como soy, una abuela moderna que le cuenta historias de cuando  eramos  jóvenes. Las  historias y anécdotas que me han pasado a lo largo de mi vida las podría escribir, no en cuatro folios, sino en un libro completo.
            La historia que más les gusta escuchar es cuando le cuento  lo siguiente:
            Recién casada me fui a Brasil por los años 60, allí que le voy a contar, un mundo nuevo para nosotros, una vida totalmente diferente a la nuestra. Acordándonos de nuestra familia y de nuestro querido pueblo que se llama Algodonales y esta situado en la sierra de Cádiz. Cuando estaba allí y escuchaba a Juanito Valderrama cantar “Adiós mi España querida....” no quiero contarles lo que a mi me entraba por el cuerpo. Me recorría un escalofrío indescriptible desde la punta de los pies hasta mi cabeza. Bueno...., por cierto mi hijo, nació allí, se llama Rafael, al igual que su hijo. Mi hija, la mayor tenía nueve meses cuando íbamos en el barco de camino a ese país tan desconocido. El barco, que ya no existe se llamaba San Vicente y tardo doce días en llegar al puerto. Esta historia o parecida la pasaron por aquellos tiempos muchas familias.
            Así como iba diciéndoles, los nietos se quedan muy atentos y sorprendidos de todo lo que les cuento a  lo largo de los años que pasamos allí. También les gusta mucho escuchar cuando les cuento otras vivencias en otros países, ya que al volver a nuestra querida tierra después de seis años nos fuimos a Bélgica. Por circunstancias de la vida hemos emigrado mucho, buscando nuestro pan de cada día.
            Mi nieta Margarita, de la que ya os he hablado antes,  ya es toda una mujer de la cual estamos muy orgullosos tanto sus padres, como sus abuelos. Terminó la carrera de Restauradora y ahora se marcha a Francia para aprender la lengua. Por cierto  cuando yo estaba en Bélgica aprendí algo de francés, de lo cual ya se muy poco porque se me ha olvidado.
            Ahora, a mi edad que son 73 años los que tengo, quiero aprender un poco de informática, me esta costando la vida. También necesito manejar el móvil, esto  ya lo estoy comprendiendo poco a poco. Que pena que fuera mas joven, al igual que mis nietos aprendería más fácil todo lo relacionado con las nuevas tecnologías. Al igual que yo estoy orgullosa de mis nietos, a ellos les gustan las metas que me propongo. Nuestra profesora que es un encanto, nos ayuda  y tiene tanta paciencia con nosotros.
            Tengo otra nieta que se llama Elena, ésta en hablar se parece a mi, no para. Es cariñosa, estudiosa, trabajadora.  Terminó su carrera y trabaja en Málaga. Málaga es una ciudad bella y maravillosa. A esta niña le gusta cantar, se parece a su bisabuela Lola, que era mi madre, que también cantaba. A Elena le gusta la música, hace unos años gravó un disco. Es viva, nerviosa, guapa por donde quiera que va, la quieren y se da a querer. Cuando era pequeña estuvo unos días en mi casa porque los padres se fueron de viaje.  Elena me decía:
                 -  ¡Abuela!, cántame un nana.
Yo en aquel tiempo también sabia cantar algo y le cantaba la nana:
“Esta niña pequeñita no tiene cuna,
su papa es carpintero le va a hacer una”
La verdad es que su padre era carpintero y su abuelo Diogenes también.
Mi otro nieto, se llama Daniel, era precioso cuando era un bebé, y lo sigue siendo. Es nervioso, pero anduvo antes que ninguno y habló más pronto que su hermana y sus primos. El día de Reyes era para verlo, decía:
-¡Mamá, papá he visto el rey negro en el camello!
Tengo una chimenea en casa y delante le poníamos los juguetes, no quería ni abrirlos de nervioso que se ponía. Cuando los abría, ponía una cara tan triste... y decía:
-¡Esto no es lo que yo quería!- y se le iba la noche llorando. Ya es mayor tiene 24 años, esta siempre atento a nosotros y orgulloso de lo que hemos luchado en la vida y el valor que tuvimos de irnos al extranjero a la aventura.
A las personas que lean estas líneas que con cariño les he escrito quiero decirles que, lo más importante en la vida es luchar por lo que tenemos y ser felices con la familia, sobre todo con los nietos.
Todos mis nietos gozan buena salud, estamos jubilados, tenemos nuestra casa, una casita en el campo ganada con nuestro trabajo, que mas podemos desear. Así que seguimos en el pueblo y si quieren conocerme aquí os espero.
Con cariño, Antonia Pérez Jiménez.

15 feb 2011

EL VIAJE DEL ABUELO

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Había una vez un matrimonio que vivían en una casa de campo cerca del pueblo, eran felices con su vida sencilla y con su campo. El señor Juan tenía su huerto sembrado de toda clase de verduras. La señora Julia tenía doce gallinas que cuidaba con esmero. La casa era muy bonita, con muchas ventanas y mucha luz, en el salón tenía una chimenea que cuando llegaba el invierno siempre estaba encendida. En aquella casa había paz y armonía, aunque siempre se echaban en falta los hijos y los nietos. Estos se fueron a Madrid en cuanto se hicieron mayores, se colocaron allí y se casaron también. Por las fiestas de Navidad venían a visitarlos, cuando llegaban, por la puerta entraba la alegría.
Un día de estos estaba el matrimonio sentado a la vera de la chimenea, el perro que era muy grande estaba tendido entre los dos, el gato debajo de la butaca de Julia, y el canario regalaba sus alegres cantares a los cuatro. Juan estaba pensativo y su mujer le pregunto:
-¿Qué te pasa que estas tan callado?.
Pienso en nuestros hijos y  me gustaría que fuésemos a Madrid a visitarlos, nosotros no hemos ido nunca. Conmigo no cuentes, a mi me da miedo un viaje tan largo, y según cuentan los niños Madrid es muy grande y hay mucha gente por todas partes.
Julia escribió a sus hijos contándole que a su padre le hacía ilusión viajar a Madrid para verlos, pero que ella no iría y se quedaría en casa para cuidar a los animales. Los hijos se pusieron muy alegres de la visita de su padre y le compraron un billete de tren para que fuese a visitarlos.
Aunque a Juan no le gustaba la idea de viajar solo,  nunca se habían separado de su mujer, pero Julia lo tranquilizo, diciéndolo que Ana su vecina le haría compañía, además tenía al perro  y al gato que siempre le hacían compañía. Y empezaron los preparativos del viaje, en una maleta la ropa, en un canasto el chorizo y los huevos frescos. Y  el encargo de que tuviera cuidado con la cartera del dinero. Se despidieron deprisa y un poco atribulados  con tanta cosa por cargar.
Cuando llego a Madrid estaba cansado del viaje tan largo, en la estación le estaba esperando uno de sus hijos con el nieto mayor, cuando vio la estación quedo asombrado, pues era enorme y con gente corriendo de un lado para otro.
Subieron al metro en volandas, él perplejo, no entendía porque la gente corría tanto, se empujaban y no mediaban palabra alguna. Su hijo y nieto no supieron responder.
Cuando por fin llegaron a casa de su hijo, que vivía en un piso, tuvieron que subirse  en el ascensor, y eso a Juan no le gustaba mucho, y pensó que qué distinta era la vida en la ciudad.
 Saludo al resto de su familia con mucha alegría y conversaron todos durante un buen rato, todos le escuchaban con atención:
-       Cuando yo era un zaga lote, e íbamos a visitar a la familia, que vivía en el pueblo de al lado, a mí me subían al burro, mi madre preparaba las alforjas y nos echaba pan, morcilla y uvas para el camino, a mi padre no se le olvidaba echar también la bota de mosto que el mismo pisaba. Y allá que íbamos, echábamos dos días en llegar, cuando se hacía de noche en el camino comíamos y luego tendíamos una manta y allí mismo dormíamos, en verano yo me dormía mirando al cielo, pues me gustaba contar las estrellas. Allí me quedaba dormido junto a mi padre. Al día siguiente cuando amanecía los pajarillos empezaban a cantar y nos despertaban temprano y veíamos conejos, liebres y perdices por todos los campos. Una vez mi padre no apretó bien la cincha del burro y cuando más tranquilos estábamos se aflojó, el aparejo dio la vuelta y yo salí rodando, pero no me pasó nada.
 Los nietos escucharon la historia del abuelo con mucha atención y no  pareciéndole  bastante con la que les había contado,  querían que éste les contara otra historia más, pero eso sería mañana pues estaba muy cansado.
Al día siguiente el hijo y el nieto mayor se pusieron de acuerdo para que este último enseñara un poco Madrid al abuelo.
Lo primero fue llevarle a la panadería industrial del padre de un amigo suyo. Cuando llegaron les dejaron entrar por dentro para que la vieran, el abuelo se quedó asombrado, el horno tenía las puertas metálicas, había muchachos y muchachas vestidos de blanco que ponían las barras de masa en unas estanterías con ruedas y las metían en aquel horno tan grande, entonces el abuelo tras ver cómo eran las panaderías  de ahora, empezó a relatar cómo eran antaño.
-       Me acuerdo cuando mi padre y yo íbamos al molino a llevar el trigo que habíamos recogido del campo y el molinero nos lo cambiaba por harina. A mí me gustaba mirar el techo que era muy alto y tenía muchas telarañas llenas de harina, la molinera que era regordeta, siempre me daba un pico o una rosquilla de pan recién hecha. Después mi madre que tenia la artesa preparada, amasaba el pan y mi padre preparaba el horno de piedra que teníamos detrás del rancho para que se fuera calentando mientras mi madre amasaba. Parece que la estoy viendo con el pañuelo en la cabeza, el delantal blanco y las mangas remangadas por encima del codo. Cuando estaban hechas las teleras, las ponía en una tabla, las pinchaba, las tapaba con un paño y después de subir las cocían en el horno y estaban buenísimas.
           Después de la visita a la panadería decidieron llevar al abuelo al centro comercial, para que lo  viera, eso seguro que le asombraría y aprovechar también para comprar un regalo a la abuela.
     Al día siguiente cuando desayunaron se pusieron en marcha.
           Cuando llegaron al centro comercial el abuelo quedó parado en la puerta admirado con tanta gente entrando y saliendo, el nieto cogió al abuelo del brazo para que no se perdiera y le dijo:
-       Vamos a subir a la otra planta por las escaleras mecánicas, tú pones el pie cuando yo  lo ponga y te quedas quieto. Cuando llegaron a la otra planta el abuelo dijo:
-       Yo prefiero subir por la escalera normal, que tengo las piernas buenas todavía.
Mientras, el nieto, no dejaba de reír.
-       Quisiera que se me quedara en la mente todo esto para explicárselo a la abuela.
-       Anda, ponte ahí, que te voy a hacer una foto para que se la enseñes a la abuela.
-       ¿Qué le vamos a comprar?
-       Le compraremos aquel pañuelo tan bonito y unos pendientes.
El abuelo se quedó mirando a todas las dependientas y dijo:
-       Son todas tan bonitas, no hay ninguna fea.
-       Cuando lleguemos al piso te contaré como era el comercio en mis tiempos.

            Ya cansados decidieron regresar a casa, para subir al piso tuvieron que coger  el ascensor, aunque al abuelo no le hacía ninguna gracia y comento:
-       No me hace gracia meterme otra vez en esa alacena, pero bueno tendré que acostumbrarme a los cambios de hoy en día.
           Estaba muy cansado pero feliz de haber visto tantas cosas. Se sentó en el sofá, los nietos más pequeños se sentaron a su lado. La nuera le trajo un vasito de zumo para reponer fuerzas. Los niños esperaban otra historia y el abuelo sonrió al ver sus caritas.
-       Pues veréis, cuando tu padre y tu tío eran como ustedes ahora, en el pueblo  no había ninguna tienda. De cuando en cuando venia un hombre con su camión, le decían el buhonero, traía de todo, mantas, zapatos.. Tu abuela se enteraba por las vecinas y me decía que era menester ir, pues las botas de los niños ya estaban muy gastadas. Yo preparaba la burra blanca que era la más noble, y tu abuela se subía con tu padre y tu tío y allá que íbamos. Después de comprar las botas, algunas telas y alguna cacerola dábamos una vuelta por las calles del pueblo para saludar a los parientes y vecinos conocidos.
Un día nos encontramos a un hombre que cambiaba las suelas de las alpargatas viejas por juguetes, tu padre y tu tío llevaban una bolsa llena de ellas para cambiar. A la vuelta de una esquina apareció también un muchacho con una cajita de dulces pregonando.
-        Cómpreme el gallito, la gallinita….
-       Cuando volvíamos a casa veníamos contentos y cansados.
-       Bueno ¿y mañana que haremos?, mañana iremos al retiro abuelo para que lo conozcas.
            A la mañana siguiente todos fueron en el coche, los pequeños se peleaban por ir a la vera del abuelo. Esto me gusta más que el metro decía el abuelo.
           Éste iba mirando las calles y avenidas, pasaron cerca de la Cibeles, de la Puerta de Alcalá y por fin al Retiro. El abuelo estaba admirado de ver aquellos árboles tan altos,  tantas plantas y flores tan bien colocadas. Los nietos estaban contentos, tiraban del abuelo de acá para allá para ver todo. Hasta vieron una ardilla y todo.
Él iba disfrutando de todo lo que veía pero de vez en cuando se quedaba callado, los niños que se daban cuenta, le preguntaban,
-       ¿Que te ocurre abuelo?
-       Echo de menos a la  abuela.
-       ¿Porqué abuela no ha querido venir?, porque es muy asustona y le da miedo viajar.
Entonces el abuelo comentó:
-       Ya es hora de volver, tengo que amarrar las lechugas.
-       Y para que las tienes que amarrar, ¿para que no se escapen?
-       No chiquitín, para que salgan los cogollos blancos y tiernos.
-       Entonces vamos a amarrar al pequeño para que se ponga más blanco, que está muy moreno.
-       Ni se os ocurra, dijo la madre, mientras todos reían.
-       Cuando vengáis al pueblo os voy a enseñar a sembrar patatas y maíz, y otras muchas cosas.
Unos de sus nietos comento:
-       Yo me voy ya abuelo, que la escuela es muy pesada y la seño me regaña mucho.
         El abuelo iba muy contento de todo lo que había visto y de lo que le llevaba a la abuela, también llevaba muchas fotografías que habían hecho sus nietos durante toda la visita para que las viera la abuela. Sus hijos y nietos fueron todos a despedirle en la estación, contentos de que hubiera venido y un poco tristes de que ya se marchara. Todos prometieron ir al pueblo para Navidad.
            Juan de regreso a su pueblo, iba contento de volver a ver a su mujer, de volver a la tranquilidad de su vida en el campo, de volver a oír a los pajarillos silvestres y a sentir la brisa fresca en la cara. En fin todo lo que le faltaba en la capital.
            Después del tren el autobús le dejo al comienzo del carril que llevaba hasta su rancho. Ni le pesaba la maleta ni le pesaban los pies, volver a su casa por aquel carrilillo le rejuvenecía el alma y a pesar de que echaba de menos a sus hijos y nietos su corazón iba loco de contento de ver a Julia, su esposa.
            Y allí, en la puerta de la casa, con el vestido de los domingos, estaba esperándole de pie, con la misma alegría y brillo en la mirada de cuando novios Julia.

CALLE ANCHA

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Un 24 de septiembre de 1965, de mi casa yo salí
a mi mujer a mis hijos, a todos los dejé aquí
el 24 eché en Cádiz, el primer día que falté
y las 5 de la tarde, al instituto marché
a recoger el pasaporte y los papeles también
me marché para la estación, para montarme en el tren
hasta llegar a Madrid como cosa natural
al llegar a la estación, el tren se empezó a parar
y allí nos echamos pa abajo y nos empiezan a nombrar
un señor con una trompeta que decía las maletas
aquel coche, los hombres, al autocar
que vais al instituto
y después vais a almorzar
y en efecto que así fue que nos dieron de almorzar
una paella muy buena, también dos bollos de pan
también  unos muslos en salsa, también un pastel detrás
nos fuimos a  la terraza
y allí empezamos a charlar
unos compraban carpetas,otros compraban postal
o una baraja de cartas para en Alemania jugar
y yo me hallaba aburrió y yo no compraba na
Por fin, a mi se me vino
También compre una postal
Y me acerqué a una mesa y a un hombre le empecé a hablar
Muchacho quiere hacer el favor de escribirme esta postal
Si señor que se la escribo, tráigamela usted pa ca
Me empieza  a hacer preguntas, para quien iba a ir dirigida
Y me la da por termina y yo la he echado a correos a mi casa destina
Yo al muchacho lo conozco, yo sé que se llama Juan
Por apodo es el sharanga es un hombre mu formal
Y las 9 de la noche, empezamos a caminar
En Alemania me encuentro y la fábrica es la opel
En mi vida he visto yo, señores allí tantos coches
Y el coraje que me da, es el turno de la noche
Que a las 4 de la mañana señores hay que levantarse
Y si tu eres perezoso y no te quieres levantar
El ruido de los compañeros, del colchón a ti te echará
Y yo cuando me levanto y me acuerdo de mi casa
Que allí deje a mi mujer y a mis hijos de mi alma
Ya no me alegra el dinero, ni los marcos de Alemania
Me alegran los autocares, esos que salen pa España
Y yo en uno me voy a montar y el loco me voy a hacer
Y no me voy a echar abajo, hasta que no esté en Jerez
Que allí cojo un Amarillo y en Bornos me voy a encajar
Con mi mujer y mis hijos y de Alemania Chacatrá ¡Ni Hablar!

8 feb 2011

JESULIN DE UBRIQUE

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Jesulín de mi vida
qué arte tienes toreando
cuando estás en el ruedo

to el mundo te está mirando.
Jesulín de mi alma
lo bien que te los has montao
con eso de ser torero
y el anuncio el colacao

Ya que anuncias que es tan bueno
y todos deben tomarlo
por qué no le das al toro
un vasito de cuando en cuando

POESIA A MI PUEBLO

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Qué bonito está mi pueblo
las cosas que le rodean
el puente los palominos
arromolinos y la presa.
Si te metes en el centro
ya verás qué maravilla
subiendo hacia el castillo
veras el puerto la villa.
Después está el cementerio
que como pasan los años
allí todos nos veremos.
Y si subes al castillo
se divisa el pantano.
El pueblo es chiquito
tiene 1500 habitantes
Nos llevamos todos bien
con esto tengo bastante