Había una vez un hombre al que llamaban Tío Quinclín. Un día unos
ladrones le querían robar y lo cogieron, lo metieron en un saco y lo subieron a
un burro para echarlo por el Tajo de Ronda.
Los ladrones pararon en
una taberna y el el Tío Quinclín no paraba de llorar. En ese momento pasaba por
allí un hombre muy tonto y al escucharlo le preguntó que por qué lloraba. El
Tío Quinclín le respondió que lo llevaban a casarse con la hija del rey y él no
quería. Entonces este hombre tan inocente le propuso cambiarse por él. Dicho y
hecho: sacó al Tío Quinclín del saco y se metió él. Cuando los ladrones
salieron de la taberna cogieron el saco y lo tiraron por el Tajo.
Ya cuando volvían los
ladrones vieron a Quinclín con una piara de cabras y chivitos. Se fueron para
él y le preguntaron que por qué no estaba muerto, a lo que Quinlcín contestó:
– Porque
mientras más alto me tiran más cabras saco y mientras más altito más chivitos.
Entonces los ladrones le
pidieron que los echaran a ellos por el Tajo para así tener ellos también
cabras y chivitos.
El Tío Quinclín los echó
a todos por el Tajo de Ronda y a un cura que por allí pasó también lo echó.
Y... colorín colorado
este cuento ha terminado.
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