Hace muchos años en una cabaña muy
pequeñita vivían una mujer viuda y sus dos hijas. Eran tan pobres que apenas
tenían para comer. Las hijas, que eran muy buenas, fueron a buscar al bosque
algo para alimentarse.
María y Azucena, que así se llamaban
las niñas, se metieron muy dentro en el bosque con una cesta, esperando
encontrar raíces, frutos o setas que pudieran servir de alimento, pero ¿sabéis
que encontraron? Pues ni más ni menos que una hada buena. Esta, para que no
pasaran más hambre, les regaló una ollita mágica que se llenaba de monedas de
oro cuando se pronunciaban las palabras “ollita llénate” y dejaba de salir
monedas cuando se pronunciaban las palabras “ollita párate”.
Desde aquel día no volvieron a pasar
hambre y además. Como eran muy buenas, les dieron de muchas monedas a todos los
pobres que encontraron.
Un día que las hermanas habían ido a
un pueblo vecino la madre pronunció las palabras mágicas porque necesita
algunas monedas, pero no se acordaba de las palabras que tenía que pronunciar
para que la olla parase de echar oro. Todo el pueblo al ver lo que pasaba
empezó a coger monedas, llenando cubos, cestas y todo lo que encontraban con el
oro que no paraba de salir de la olla. Hasta de una aldea cercana vinieron los
vecinos con sacos para llevarse ese oro que no paraba de manar de la olla.
Cuando volvieron María y Azucena pronunciaron las palabras mágicas “ollita
párate” y todo volvió a la normalidad. Desde ese momento ningún habitante del
pueblo y de la aldea volvió a pasar más necesidades. Y fueron felices y
comieron perdices.
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