8 mar 2011

Guadalquivir

Alberto Luis Arellano
1 de marzo de 2011
         
Desde relumbrante faro,
en el  muelle de Bonanza,
oteando  en la  lontananza,
quiero  ver surcar tus naves,
hasta  Isbilya  arribar.
Y usando de sirla tu veleta,
en tus profundas venas ,
las leyendas de tartesios,
fenicios y musulmanes,
quiero, con brío afianzar.
Y volver a expoliar las naos,
que vienen del viejo mundo,
con el ímpetu invencible
de bravos conquistadores
Y observar en noches oscuras,
empinándose en la olas,
a los nuevos porteadores,
crueles y desalmados,
de fardos de muerte lenta.
Y en tu delta de ancho talle,
verde, tranquilo y turbio
quiero sumergirme hondo
y buscar aquí en tu fondo
de sal, de arena y de limo
escondida entre dos aguas,
de la Atlántida, un vestigio
para recuperar el prestigio
de  poderosos atlantes
Y contemplar a los niños,
cuando la marea baja,
escuchar en caracolas
los cantos de las sirenas,
que con batir de flamencos
se sienten en Doñana.
Y con un levante otoñal
ver retornar las barcas
al abrigo de tu barra.
Y  decirle a Doñana
que yo también la he querido
cuándo hacíamos el amor
en las marismas del Rocío,
o cantándole a la Virgen
postrados en las arenas
entre millares de velas
con un quejido muy hondo
mezcla de canto y suspiro.
Y reflejarme en las dunas
que claman blancas salinas
Y perderme en tus marismas
llenas de potros y aves.
Y en ambas márgenes del río
caminar descalzo de amores
entre pinos piñoneros
por tus ardientes arenas
al sur, entre ambos vientos.
Me gusta que no seas mar, si no río,
y que al Atlántico fluyas.
Me gustan tus amplias mareas
mezcla de olas y arenas ,
de océanos y de río.
Me gusta el agridulce sabor
de tus agua de la Sagra 
 desembocando en el Ponto
 Me gusta que no seas mar, si no río.
Y cuándo llegue mi fatal día,
al no poder contemplarte,
decidle al mejor barquero,
que seguro está en Bajo de Guía
que como el de Estigio
me ponga una moneda
en mis párpados rígidos
y me atraviese con su nave
justo hasta la otra orilla
Y frente a Bonanza luego
desembarcarme en la riba
y embozarme con la manta
que no me hiele el rocío.
Y en la roja puesta de sol,
aprovechando su quema
esparcir mis cenizas por el río
mientras se escucha el eco
de una copla marinera
Porque  yo quiero vivir
y también quiero morir
aquí junto a la orilla
del río Guadalquivir 

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